viernes, 26 de marzo de 2010

EN LA ISLA NORTE: “WWOOFENADO EN WELLINTONGO” (15 al 25 de Marzo de 2010)

Salimos de Christchurch con lágrimas en los ojos y con dirección Picton, a la 13.30 sale el ferry hacía Wellington la capital, donde tenemos el siguiente Wwoof y son más de 5 horas de viaje hasta llegar ahí. Así que nos despedimos de Laura y Tracy a las 7 de la mañana. El viaje lo hacemos tranquilos, el sol se va asomando por el horizonte a medida que avanzamos en el camino. Tras hacer la parada de rigor en Kaikoura, llegamos a Picton a la 13, con el tiempo justo para devolver unos libros en la biblioteca que hemos cogido prestados y embarcar al ferry. Al llegar a la terminal, nos dicen que no podemos embarcar porque hay que estar una hora antes. No sabíamos nada de eso!! Por suerte, nos cambian el billete para el siguiente barco, que sale a las 14.30 hs. Pero eso retrasa nuestra llegada al Wwoof, a los que llamamos para avisar. Tras más de una hora esperando, nos dejan meter el barco en la bodega del Ferry. Y subimos a la cubierta a disfrutar de las vistas y despedirnos de nuestros queridos Malborough Sounds, los fiordos que tan bien conocemos. Pronto salimos de los fiordos, para meternos en mar abierto en el estrecho que separa las dos islas. El viento es tan fuerte que nos obliga a meternos dentro del barco y dejar la cubierta. El oleaje se hace más intenso. Tras más de 3 horas de trayecto (y alguna siestecita de por medio) llegamos a la capital de Nueva Zelanda. Llegamos a Wellington!!

Sin mucho tiempo para reponernos del viaje, ponemos rumbo a Featherson, pueblo donde se ubica nuestro Wwoof, dejamos la visita a la ciudad para otro día, ya que son más de las 17.30 y aquí la gente cena temprano. Nos espera aún una hora y media de serpentante camino hasta llegar a nuestro destino. Con más de alguna pérdida, y un pequeño incidente de tráfico, llegamos a Featherson, donde nuestros Hosts nos esperan ya con la mesa puesta.

Son una pareja de holandeses que llegaron a Nueva Zelanda hace ya muchos años y que tienen una gran parcela (de más de 5 héctareas) donde cultivan variadas frutas y vegetales. Según nos cuentan procuran autoabastecerse con lo que cultivan. Y están muy orgullosos de ello. Al día siguiente, ya nos damos cuenta que no son la alegría de la huerta.. Son de lo más aburridos, con charlas de dudoso interes, pero muy ricas en vocabulario, para mejorar nuestro inglés. Por suerte, no nos hacen trabajar mucho. Y el día de trabajo lo fraccionan con bastantes paradas a tomar un té o café. Los primeros días les ayudamos a podar y recoger, para luego quemar ramas. Y los últimos días, les contruimos un camino de hormigón. En nuestros ratos libres, o bien aprovechábamos para ir a la biblioteca, o nos íbamos a conocer los alrededores.

Al segundo día de estar ahí, nuestros hosts, tenían que hacer unas compras en Wellington, y nos invitaron a acompañarles. Mientras ellos hacían sus compras, nosotros pasamos la tarde en la gran capital. Después de pasar tanto tiempo en ciudades pequeñas, Wellington es lo mas parecido a las ciudades europeas que nos hemos podido encontrar. Fuimos al Te Papa, el museo de la ciudad, donde sólo paseamos por las exposiciones más cercanas ya que queríamos aprovechar del buen tiempo que hacía. Y paseamos por las calles de la ciudad. No profundizamos mucho, ya que tenemos pensado deternernos unos días al terninar el Wwoof, pero nos pateamos todo el centro de la ciudad.

Uno de los sitios que conocimos, fue el Cape Palliser, el cabo final de la isla norte desde donde en los días claros puedes ver las montañas de Kaikoura. Nosotros tuvimos suerte, y aunque el día no era claro del todo, pudimos ver la isla sur, que con tanta pena habíamos dejado, desde lo alto de los 260 peldaños que te separan del faro. De camino, no pudimos dejar de parar en una conocida colina de focas en el pueblo de Ngawi. Y observar las formaciones rocosas de Putangirua Pinnacles.

Otra de las escapadas que hicimos fue a Castlepoint, a 65 km al este de Masterton, un pequeño pueblo costero, por lo visto, muy transitado en los meses de verano, que aquí acaba de oficialmente terminar, por lo que estaba casi desierto, lo que provocaba que tuviera más encanto. El mar provoca una laguna de agua salada y cristalina, donde los bañistas huyen de las frías aguas del pacífico. También hay un faro, con unas vistas, también muy bonitas de la costa y una playa larga de aguas azules.

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