El tiempo pasaba sin prisa en el Craglee Lodge, aprovechando nuestros momentos libres para subir al Queen Charlotte Track y caminar un poco, donde por ejemplo, fuimos al lookout de “Eatwell” donde pudimos tener acceso a unas increibles vistas de todos los fiordos, a una bahía vecina al Lodge, donde los liwis suelen ir de veraneo en busca de sus tranquilas aguas, o simplemente caminando por la ruta del track. La hora y pico de subida merecía la pena gracias a las espectaculares vistas. Normalmente, George, el perro del Lodge, nos acompañaba en todos nuestros paseos, ya fuera al track o simplemente a las playas vecinas. Nos encariñamos mucho de él, de hecho, no nos importaría nada llevárnolo con nosotros a España...
Pero sin duda, el mejor momento de la semana (y si nos ponemos a pensar, también de toda nuestra estancia) fue 18 de Febrero, cuando mientras recogíamos el desayuno de los clientes, divisamos cerca de la orilla una manada de delfines, sin pensárnoslo, corrimos a la orilla para poder verlos. Tras un par de súplicas, ya habíamos convencido a Steve para que nos llevara en su barquito a verlos más de cerca. Por si las moscas, íbamos equipados con bañadores y snorquel, porque si se nos presentaba la oportunidad, no íbamos a dejar de saltar al agua a bañarnos con ellos!!
Eran delfines distintos a los que vimos en Kaikura cuando nadamos con ellos en Noviembre. Éstos eran mucho más grandes y más parecidos a los que vemos habitualmente en los zoológicos. Esta vez eran delfines “Common dolphins” llamados así por ser los más comunes en etodo el mundo. Era una manada de unos 60 delfines que estaban pescando alrededor de nuestra bahía. Incluso había delfines bebé, fue un momento increíble!!.
Una vez que estuvimos lo suficientemente cerca, y nos aseguramos que no hubiera más barcos cercanos a nosotros, ya que sino puede ser peligroso, Julieta se lanzó al agua a nadar con ellos. Ahí estaba otra vez, rodeada de delfines, haciendo piruetas y cantando bajo el agua para llamar su atención. La diferencia de esta segunda vez la marcó el agua, era un agua oscura que no te permitía ver más allá de tus brazos, así que sólo podía ver a los que estaban más cerca. Sin embargo, volvió a ser una experiencia extraordinaria, lo listos y curiosos que son y como nadan a tu alrededor cuando llamas su atención. Otra vez en el barco, estuvimos más de 2 horas navegando a su lado. Viendo como pescaban, nadaban, saltaban o simplemente jugaban con la estela del barco.
Pero el tiempo pasaba, y habíamos dejado desatendidas nuestras labores en el Logde, así que ya a media mañana, tuvimos que regresar a la faena. Eso sí, no pudimos quitarnos en todo el día una enorme sonrisa de la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario